Todo es el continuo desarrollo de la existencia, surgiendo de la nada y disolviéndose en la nada. No tiene principio, fin ni forma fija. No se crea ni se destruye, sino que simplemente se manifiesta y desaparece en un ciclo eterno. No hay separación entre una cosa y otra, no hay entidades distintas que existan independientemente; más bien, todas las cosas forman parte de la misma realidad ilimitada, en perpetuo cambio y transformación.
En esencia, todo es el movimiento del ser y el no ser, el ritmo de la existencia misma. Lo que parece sólido y tangible es, en realidad, una interacción de fuerzas en constante cambio, moldeada por leyes que emergen de forma natural. Estas leyes rigen el flujo y reflujo de la existencia; sin embargo, no imponen un orden externo; más bien, son intrínsecas al proceso de desarrollo, guiándolo sin intención, propósito ni control. La vasta complejidad de la realidad surge de este movimiento autosostenible, sin necesidad de intervención externa.